lunes, 28 de noviembre de 2011

Distorsiones Cognitivas en la Ludopatía


El tratamiento de la ludopatía tiene diferentes vertientes: la respuesta conductual que realiza la persona, la respuesta fisiológica y, fundamental, la respuesta cognitiva ante el juego.

Si nos centramos en ésta última, la cognitiva, es llamativo el número de personas que se sienten frustradas por el hecho de que “ven” el problema, que cuando no están jugando entienden los riesgos de su conducta y la conveniencia de dejarlo inmediatamente, pero cuando las circunstancias les acercan al juego, se acaban “autoconvenciendo para poder jugar”.

Este autoconvencerse es lo que en psicología llamamos Distorsión Cognitiva. El cerebro deja de ser racional y pasa a distorsionar la realidad para poder llegar a la conclusión de que, una vez más, puede jugar.

Veamos las distorsiones cognitivas más frecuentes en la ludopatía:

Distorsiones de control:

  • Ilusión de control: falsa idea de que se puede obtener una estrategia que te permita ganar en los juegos de azar.

  • Correlación ilusoria o pensamiento mágico: es uno de los factores más relevantes en la conducta y pensamiento supersticioso. Utilizar el “lapicero de la suerte” para marcar los números del bingo, porque en una ocasión cantamos línea marcando con  él; comprar en una determinada administración de lotería; hacer caso a algún adivino; realizar algunos rituales antes de jugar, que en alguna ocasión se relacionaron con la obtención de un premio y por lo tanto resultan difíciles de erradicar, además que favorecen la repetición de la conducta.

Distorsiones en la predicción:

  • Falacia del jugador: las personas con problemas en el juego de azar pueden pensar erróneamente que si hace mucho tiempo que no ha aparecido un estímulo en la máquina (por ejemplo una banana) significa que pronto aparecerá. Esto le empuja a seguir jugando convencido de que dentro de nada aparecerá la banana que le hace falta para ganar.

  • Tener el presentimiento de la inminencia de una gran ganancia a pesar de las pérdidas repetidas

  • Familiaridad y representatividad: pensar que un el número 56.879 tiene más probabilidades de salir que el 00008 describe este tipo de error.


Distorsiones en la explicación de los resultados (RATIFICACIÓN DEL SESGO):

Esto ocurre cuando las creencias del jugador dan resultados totalmente opuestos, es decir, a perder en el juego. En estos casos la persona busca racionalizaciones que justifiquen los errores.

  • Fijarse en las frecuencias absolutas: recordar muy bien los aciertos y olvidar todas las veces que se ha perdido.

  • Perder por poco”: tener la sensación de que casi ha ganado ya que él tenía el número 18.379 y el número premiado fue el 18.378. En realidad se ha perdido igual que si hubiera salido el número 01.202.

  • Confusión entre azar y suerte: en el juego no existe la suerte: sólo existe el azar. No hay ninguna variable personal que modifique la aparición de los eventos. Cuando se gana varias veces seguidas, el jugador se cree en racha y sigue jugando, pero cuando la racha es de pérdidas, el jugador espera que “le cambie la suerte” y también sigue jugando.

Fuente: Elaborado a partir de un artículo de Fernando Pena Vivero

viernes, 14 de octubre de 2011

LA DEPRESIÓN ESTACIONAL

Ha llegado el invierno y con él la falta de luz… y a nuestro centro comienzan a acudir personas con síntomas como irritabilidad, decaimiento, cansancio físico, ansiedad, somnolencia, o tendencia a retraerse socialmente, entre otros. Hablamos de la llamada popularmente depresión estacional.


La depresión estacional (también conocida como Trastorno Afectivo Estacional, o SAD en inglés y diagnosticada realmente como Episodio depresivo con Patrón estacional) son episodios depresivos, en general de corta duración, que suelen depender de la época del año, siendo los más frecuentes los asociados con el inicio de la época invernal.


En un estudio realizado en Estados Unidos se demostró que la depresión estacional era más frecuente en las zonas de mayor latitud. Y es que las investigaciones apuntan a que dos sustancias químicas fundamentales del cerebro, la melatonina y la serotonina, podrían estar en la base del TAE.


La melatonina está relacionada con el sueño y nuestro cuerpo produce esta hormona en mayor cantidad cuando hay oscuridad o cuando los días son más cortos.

Con la serotonina, sucede lo opuesto: la producción de serotonina aumenta cuando una persona está expuesta a la luz solar, de modo que es probable que los niveles de serotonina sean más bajos durante el invierno, cuando los días son más cortos. Y es que los niveles bajos de serotonina están asociados con depresión.


Por tanto, los días más cortos y las horas de oscuridad más largas en el otoño y el invierno pueden causar un aumento en los niveles de melatonina y una disminución en los niveles de serotonina, que podrían crear condiciones biológicas para la depresión.


Cómo afrontar el TAE


Si bien los casos más severos deben consultarse a un especialista, si la depresión estacional está apenas comenzando o si queremos prevenirla, podemos seguir unas sencillas pautas:


· Practicar deporte o ejercicio de forma regular. Un simple paseo puede ser un buen sustituto. De esta forma se consigue realizar ejercicio (excelente para el estado de ánimo) y estar expuesto más a la luz.


· Realizar actividades agradables. No espere a que se las propongan los demás. Hágalo incluso si no le apetece demasiado, ya tendrá tiempo de volver a casa si se aburre.


· En casa, trate de leer, estudiar, y en general realizar la mayoría de actividades cerca de la luz natural.


· Emplee bombillas que ofrezcan una luz generosa.


· Busque el contacto y apoyo de sus amistades, pareja o familia. El apoyo social es fundamental en cualquier trastorno del estado de ánimo.

En caso de que el TAE no remita en unas semanas, sí es aconsejable consultar un especialista para evitar que se cronifique, puesto que podrían estar interviniendo otras casusas además de las orgánicas, como dificultades de adaptación a la dinámica laboral, o ajustes en los horarios laborales mutuos de pareja, entre otras.


Para terminar, un último consejo: disfrute del invierno.

sábado, 7 de mayo de 2011

AFRONTAR EL ESTRÉS ES UNA HABILIDAD

El estrés forma parte de nuestra vida cotidiana, lo hemos experimentado en diversidad de ocasiones, ya sea soportando frenéticas discusiones laborales o familiares, llevando a cabo una charla en público o examinándonos para obtener el permiso de conducir. Quizás lo hayamos manifestado de otra forma, con otros términos: nerviosismo, ansiedad, miedo o tensión. Sea como sea, nos estamos refiriendo al estrés que puede acontecer en infinidad de situaciones. En contra de lo que muchos puedan pensar, el estrés es necesario para la supervivencia, puesto que nos ayuda a adaptarnos a circunstancias nuevas o adversas. Gracias al estrés progresamos en nuestra profesión, nos preparamos los exámenes con suficiente antelación y reaccionamos adecuadamente ante accidentes fortuitos. De hecho, todo cambio supone una tensión, ya sea casarse, ascender en el trabajo, divorciarse o mudarse de casa. El estrés es indispensable para llevar la vida hacia delante.

El estrés acontece cuando una persona interpreta una situación determinada como poco deseable o amenazante, y piensa que no tiene suficientes recursos para hacerle frente. Aunque indiscutiblemente hay acontecimientos muy desfavorables, ante los cuales la mayoría de nosotros sufriríamos estrés. La muerte de un ser querido, un accidente de circulación o presenciar un incendio son algunos ejemplos de ello. Sin lugar a dudas, se trata de hechos eminentemente indeseable y amenazante. Aun así, la respuesta de todos nosotros no será de la misma intensidad, algunos mostrarán una reacción extrema y en cambio otros responderán con mayor serenidad. No reaccionamos todos igual ante la misma situación de peligro, dado que cada persona entiende los sucesos de forma distinta, atribuyéndoles un mayor o menor grado de amenaza.

Richard Lazarus, un destacado psicólogo americano, se dedicó a estudiar la forma en la que apreciamos o valoramos los acontecimientos que nos estresan y acabó concluyendo que existen dos tipos de preguntas que nos hacemos de forma automática cuando afrontamos cualquier tipo de situación. La primera de las cuestiones se refiere al grado de importancia que tiene el hecho para nosotros, hasta que punto nos perjudica o nos beneficia. Sería como preguntarse: ¿Qué grado de amenaza tiene esta situación para mi?", o "¿Está todo bien o tengo problemas?". Es una evaluación de lo que está en juego en ese momento. Aun realizamos una segunda evaluación que será igualmente responsable del grado de estrés experimentado. Esta última se centra en la forma más adecuada para disminuir la amenaza y solucionar el problema. Contestaría a la pregunta: "¿Qué puedo hacer?", "¿Qué instrumentos tengo para hacer frente a esta situación?". Esta evaluación mide los recursos de que disponemos para afrontar con éxito las dificultades y, evidentemente, se verá influenciada por las victorias que hayamos obtenido en otras ocasiones parecidas, por la confianza en uno mismo y por el tipo de habilidades y estrategias que poseamos.

Por tanto, padeceremos estrés en función del grado de amenaza que atribuyamos a un acontecimiento y a la confianza que depositemos en nuestras habilidades para superarlo. En conclusión, el estrés así entendido es un fenómeno eminentemente psicológico que será susceptible de un tratamiento que incluya la adquisición de habilidades de afrontamiento adecuadas.

Pero ahí no acaba todo, aun queda revisar las repercusiones que provoca el estrés sobre nuestro organismo. Ello significa exponer la relación existente entre éste y la aparición de enfermedades. Cuando andamos estresados por algún evento se disparan una serie de cambios fisiológicos que preparan al organismo para hacer frente a la problemática. El ritmo cardíaco se acelera, los pulmones reclaman más oxígeno incrementando la respiración, el flujo sanguíneo se dirige con mayor fuerza a los grandes grupos musculares del cuerpo para disminuir en otras zonas. Una cascada hormonal se encarga de detener los procesos a largo plazo como la digestión, la respuesta sexual o el crecimiento, con la intención de aprovechar toda la energía existente para resolver la situación. Las dificultades aparecen cuando esta respuesta se mantiene activada durante un período de tiempo demasiado prolongado, se da con demasiada frecuencia o es muy intensa. En tales circunstancias aparecen los denominados trastornos psicofisiológicos ligados al estrés, dado que el organismo no soporta la activación a la que lo sometemos. Son extraordinariamente variados y es difícil determinar con antelación que personas presentaran un tipo u otro de trastorno

El panorama no es tan desolador. Hoy poseemos suficientes estrategias para elaborar tratamientos adecuados a las necesidades de esta extendida problemática. El Institut Barcelona de Psicologia pone a su disposición diferentes programas de entrenamiento de habilidades de afrontamiento al estrés que le ayudarán a mejorar sus respuesta a las crecientes demandas de nuestro entorno: Programas de entrenamiento de distintas estrategias de relajación, potenciación de las habilidades sociales, abordaje de la autoestima y estados de ánimo disfóricos, intervención sobre cuadros de ansiedad, manejo del tiempo, resolución de problemas y estrategias cognitivas de afrontamiento al estrés.

viernes, 29 de abril de 2011

¿MI NIÑO ES INQUIETO O HIPERACTIVO?

Entre un 3 y un 5% de los niños escolarizados son hiperactivos, niños inquietos, impacientes, impulsivos, que no se centran en objetivos o finalidades concretas, que saltan de una cosa a otra, que no atienden a lo que se les dice; en definitiva, niños que no "oyen", no "obedecen", no "hacen caso".

Los síntomas definitorios del trastorno por déficit de atención con hiperactividad según la clasificación nosológica DSM-IV son: actividad motora excesiva, falta de atención y de control de impulsos. En sí, se trata de niños desordenados, descuidados, que no prestan atención en clase, que cambian continuamente de tarea y presentan una actividad permanente e incontrolada sin que vaya dirigida a un determinado objetivo o fin. Tienen dificultades para permanecer quietos, sentados, suelen responder precipitadamente incluso antes de haber finalizado la formulación de las preguntas, además se muestran impacientes y no son capaces de esperar su turno en las actividades en las que participan más individuos. Interrumpen las actividades o tareas de los compañeros y miembros de la familia. Pueden fácilmente sufrir accidentes y caídas debido a que sus conductas reflejan una escasa conciencia del peligro. Son desobedientes, parece que no oyen órdenes de los adultos y, por tanto, no cumplen con sus instrucciones. Plantean problemas de disciplina por incumplir o saltarse las normas establecidas. Su relación con los adultos se caracteriza por desinhibición, suelen tener problemas de relación social y pueden quedar aislados del grupo de iguales. Asimismo, dan muestras de déficits cognitivos y son frecuentes los retrasos en habilidades motoras y del lenguaje, así como las conductas antisociales y la carencia de autoestima. Es frecuente que los problemas conductuales acompañen la hiperactividad.


CURSO EVOLUTIVO DE LA HIPERACTIVIDAD

La hiperactividad se da con más frecuencia en niños que en niñas y su proporción está alrededor de 8 de cada 100 niños escolarizados y de 2 de cada 100 niñas escolarizadas.

Los indicadores de hiperactividad en los distintos momentos evolutivos son los siguientes:

  • De 0 a 2 años: Descargas mioclónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
  • De 2 a 3 años: Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
  • De 4 a 5 años: Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.
  • A partir de 6 años: Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.

EVALUACIÓN DE LA HIPERACTIVIDAD

Los niños hiperactivos constituyen un grupo muy heterogéneo. No todos presentan las mismas conductas alteradas. No coinciden en su frecuencia e importancia ni en las situaciones o ambientes en los que se muestran hiperactivos. Además, incluso difieren respecto al origen y posibles causas de sus problemas.

La evaluación se concreta en las siguientes áreas:

  • Estado clínico del niño. Este aspecto se ocupa de los comportamientos alterados y anomalías psicológicas que presenta actualmente.
  • Nivel intelectual y rendimiento académico. Los informes que proporciona el colegio han de referirse a cómo es la conducta del niño y sus calificaciones académicas en el curso actual y cómo han sido en años anteriores. En esta evaluación se tienen en cuenta tanto los aspectos positivos como los negativos.
  • Factores biológicos. Se evaluaran mediante un examen físico exhaustivo para detectar posibles signos neurológicos, anomalías congénitas u otros síntomas orgánicos que resulten de interés.
  • Condiciones sociales y familiares. Se analizan: nivel socioeconómico, comportamientos de los miembros de la familia, clima familiar, relaciones interpersonales, tamaño, calidad y ubicación de la vivienda familiar, normas educativas, disciplina, cumplimiento de normas y horarios, actitudes de los padres hacia los problemas infantiles, factores o acontecimientos desencadenantes de los conflictos.

TRATAMIENTO DE LA HIPERACTIVIDAD

Toda iniciativa terapéutica en el campo infantil persigue el objetivo común de favorecer la adaptación y el desarrollo psicológico de los niños. El tratamiento conductual de la hiperactividad se basa en el manejo de las consecuencias ambientales. Hablaremos de dos técnicas, las operantes y las cognitivas.

Los métodos operantes se orientan hacia el control de las conductas alteradas y suponen que éstas dependen de factores, acontecimientos o estímulos presentes en el ambiente. Por tanto, al controlar las circunstancias ambientales es posible reducir, alterar y mejorar el comportamiento infantil. El modelo operante hace especial hincapié en las consecuencias que siguen a un comportamiento cuando aparece. Según este enfoque, las conductas se emiten y mantienen por los efectos que provocan en el ambiente. Cuando una conducta es seguida de consecuencias ambientales favorables, se mantiene en el repertorio de comportamientos habituales del niño. En consecuencia, en los casos de hiperactividad, la atención diferencial que prestan los adultos actúa como reforzador. En aras a la adaptación del niño se recompensan conductas apropiadas como, por ejemplo, realizar las tareas escolares, prestar atención a las explicaciones del profesor, al material escolar, concluir a tiempo y correctamente los problemas propuestos, permanecer sentado, no hablar sin permiso del profesor, no tirar objetos, etc. Mientras que, por el contrario, se tratan de extinguir los comportamientos anómalos. Es habitual que al principio del tratamiento las tareas que el niño ha de realizar para obtener ganancias sean de escasa complejidad, que irá en aumento a medida que progresa la terapia. El tratamiento de la hiperactividad tendrá lugar en el ambiente natural, es decir, en casa y en el colegio con lo cual deberá contarse con la participación de los padres y maestros quienes, en último caso y siguiendo las instrucciones del profesional, van a administrar las recompensas tras los comportamientos adecuados y extinguir las conductas no apropiadas. Las técnicas operantes han demostrado mejoras a corto plazo en el comportamiento social de los niños y en sus resultados académicos.

Dentro de las técnicas cognitivas debemos hablar del Entrenamiento en Autoinstrucciones y del Método de resolución de problemas. Las técnicas cognitivas parten de la base de que los niños hiperactivos tienen déficit en las estrategias y habilidades cognitivas que se requieren para ejecutar satisfactoriamente las tareas escolares. Por tanto, se considera que sus perturbaciones y comportamientos alterados son secundarios a las deficiencias cognitivas que les caracterizan. El Entrenamiento en Autoinstrucciones consiste en modificar las verbalizaciones internas que un sujeto emplea cuando realiza cualquier tarea y sustituirlas por verbalizaciones que son apropiadas para lograr su éxito. El objetivo de la técnica no es enseñar al niño qué tiene que pensar sino cómo ha de hacerlo. Así pues, el método consiste en aprender un modo apropiado, una estrategia para resolver los fracasos y hacer frente a nuevas demandas ambientales. En cuanto a la eficacia del procedimiento, hemos de señalar que si bien es eficaz para modificar las estrategias cognitivas al menos en tareas sensoriomotoras, no modifica significativamente las conductas sociales alteradas y existen serias dudas acerca de que la estrategia aprendida se generalice y emplee para resolver tareas de la vida real. En cuanto al método de resolución de problemas incluiría dos técnicas, la de la Tortuga y el Entrenamiento en solución de problemas interpersonales. La técnica de la Tortuga que incluye además modelado y relajación, tiene como objetivo último enseñar a los niños a autocontrolar sus propias conductas alteradas, impulsivas e hiperactivas. De manera resumida, el procedimiento consiste en definir y delimitar el problema actual, plantear las posibles soluciones al mismo y elegir una vez valoradas sus consecuencias y resultados, aquella que se considera más apropiada. Finalmente se ha de poner en práctica la solución elegida y verificar sus resultados a partir de los cambios o mejoras que se consiguen. El entrenamiento en solución de problemas interpersonales aplicado con niños impulsivos pretende reducir sus dificultades de adaptación social, mediante el aprendizaje de estrategias cognitivas que le permitan analizar los problemas interpersonales, buscar soluciones eficaces y aplicarlas en el marco de las interacciones sociales. En general, los programas basados en la aplicación de técnicas conductuales y cognitivas han logrado resultados favorables en alguno de los aspectos deficitarios del trastorno, como la atención, pero, sin embargo, queda pendiente la modificación de los comportamientos antisociales y el mantenimiento de la mejoría en períodos prolongados de tiempo.


Unas últimas cuestiones aportarán más luz al tema que nos ocupa:

¿QUÉ PUEDE HACER EL PSICÓLOGO POR EL NIÑO HIPERACTIVO? Puede enseñarle a que mantenga la atención durante períodos de tiempo cada vez mayores (focalización y regulación de la atención), a que aprenda autocontrol de sus emociones (ira, tristeza,...), a resolver sus problemas con otros niños y adultos. Puede asesorar a padres y educadores acerca de cómo manejar el comportamiento del niño.

¿QUÉ PUEDE HACER EL MAESTRO POR EL NIÑO HIPERACTIVO? Ayudarle a que aprenda a controlar su comportamiento en el aula, lo que repercutirá en una mejor relación con los demás, en unos mejores resultados académicos y en una mejora de su autoestima.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE MEJORE LAS RELACIONES CON SUS COMPAÑEROS? Enseñándole habilidades sociales básicas y habilidades de solución de problemas interpersonales.

¿CÓMO HACER QUE EL NIÑO NO SE DISTRAIGA TANTO EN LA CLASE? Estructurando las tareas en tiempos cortos, permitiendo que haga descansos al concluir las mismas, reforzando los períodos de atención, controlando el ambiente para que haya los menores elementos de distracción posibles.

¿CÓMO AYUDARLE A QUE ADQUIERA CONTROL SOBRE SU MOVIMIENTO? Enseñándole ejercicios de control muscular, ejercicios de relajación.

¿EN QUÉ CONSISTE EL ENTRENAMIENTO COGNITIVO CON EL NIÑO HIPERACTIVO? Fundamentalmente en enseñarle a pensar antes de actuar para que regule su comportamiento, tanto a la hora de enfrentarse a una tarea como en sus relaciones interpersonales.