sábado, 7 de mayo de 2011

AFRONTAR EL ESTRÉS ES UNA HABILIDAD

El estrés forma parte de nuestra vida cotidiana, lo hemos experimentado en diversidad de ocasiones, ya sea soportando frenéticas discusiones laborales o familiares, llevando a cabo una charla en público o examinándonos para obtener el permiso de conducir. Quizás lo hayamos manifestado de otra forma, con otros términos: nerviosismo, ansiedad, miedo o tensión. Sea como sea, nos estamos refiriendo al estrés que puede acontecer en infinidad de situaciones. En contra de lo que muchos puedan pensar, el estrés es necesario para la supervivencia, puesto que nos ayuda a adaptarnos a circunstancias nuevas o adversas. Gracias al estrés progresamos en nuestra profesión, nos preparamos los exámenes con suficiente antelación y reaccionamos adecuadamente ante accidentes fortuitos. De hecho, todo cambio supone una tensión, ya sea casarse, ascender en el trabajo, divorciarse o mudarse de casa. El estrés es indispensable para llevar la vida hacia delante.

El estrés acontece cuando una persona interpreta una situación determinada como poco deseable o amenazante, y piensa que no tiene suficientes recursos para hacerle frente. Aunque indiscutiblemente hay acontecimientos muy desfavorables, ante los cuales la mayoría de nosotros sufriríamos estrés. La muerte de un ser querido, un accidente de circulación o presenciar un incendio son algunos ejemplos de ello. Sin lugar a dudas, se trata de hechos eminentemente indeseable y amenazante. Aun así, la respuesta de todos nosotros no será de la misma intensidad, algunos mostrarán una reacción extrema y en cambio otros responderán con mayor serenidad. No reaccionamos todos igual ante la misma situación de peligro, dado que cada persona entiende los sucesos de forma distinta, atribuyéndoles un mayor o menor grado de amenaza.

Richard Lazarus, un destacado psicólogo americano, se dedicó a estudiar la forma en la que apreciamos o valoramos los acontecimientos que nos estresan y acabó concluyendo que existen dos tipos de preguntas que nos hacemos de forma automática cuando afrontamos cualquier tipo de situación. La primera de las cuestiones se refiere al grado de importancia que tiene el hecho para nosotros, hasta que punto nos perjudica o nos beneficia. Sería como preguntarse: ¿Qué grado de amenaza tiene esta situación para mi?", o "¿Está todo bien o tengo problemas?". Es una evaluación de lo que está en juego en ese momento. Aun realizamos una segunda evaluación que será igualmente responsable del grado de estrés experimentado. Esta última se centra en la forma más adecuada para disminuir la amenaza y solucionar el problema. Contestaría a la pregunta: "¿Qué puedo hacer?", "¿Qué instrumentos tengo para hacer frente a esta situación?". Esta evaluación mide los recursos de que disponemos para afrontar con éxito las dificultades y, evidentemente, se verá influenciada por las victorias que hayamos obtenido en otras ocasiones parecidas, por la confianza en uno mismo y por el tipo de habilidades y estrategias que poseamos.

Por tanto, padeceremos estrés en función del grado de amenaza que atribuyamos a un acontecimiento y a la confianza que depositemos en nuestras habilidades para superarlo. En conclusión, el estrés así entendido es un fenómeno eminentemente psicológico que será susceptible de un tratamiento que incluya la adquisición de habilidades de afrontamiento adecuadas.

Pero ahí no acaba todo, aun queda revisar las repercusiones que provoca el estrés sobre nuestro organismo. Ello significa exponer la relación existente entre éste y la aparición de enfermedades. Cuando andamos estresados por algún evento se disparan una serie de cambios fisiológicos que preparan al organismo para hacer frente a la problemática. El ritmo cardíaco se acelera, los pulmones reclaman más oxígeno incrementando la respiración, el flujo sanguíneo se dirige con mayor fuerza a los grandes grupos musculares del cuerpo para disminuir en otras zonas. Una cascada hormonal se encarga de detener los procesos a largo plazo como la digestión, la respuesta sexual o el crecimiento, con la intención de aprovechar toda la energía existente para resolver la situación. Las dificultades aparecen cuando esta respuesta se mantiene activada durante un período de tiempo demasiado prolongado, se da con demasiada frecuencia o es muy intensa. En tales circunstancias aparecen los denominados trastornos psicofisiológicos ligados al estrés, dado que el organismo no soporta la activación a la que lo sometemos. Son extraordinariamente variados y es difícil determinar con antelación que personas presentaran un tipo u otro de trastorno

El panorama no es tan desolador. Hoy poseemos suficientes estrategias para elaborar tratamientos adecuados a las necesidades de esta extendida problemática. El Institut Barcelona de Psicologia pone a su disposición diferentes programas de entrenamiento de habilidades de afrontamiento al estrés que le ayudarán a mejorar sus respuesta a las crecientes demandas de nuestro entorno: Programas de entrenamiento de distintas estrategias de relajación, potenciación de las habilidades sociales, abordaje de la autoestima y estados de ánimo disfóricos, intervención sobre cuadros de ansiedad, manejo del tiempo, resolución de problemas y estrategias cognitivas de afrontamiento al estrés.